martes, 8 de julio de 2014

7. Irsinia.


 
Bastian de nuevo se encontraba en el oráculo donde se comunicaban con Arsen. Habían ido a notificar que el gladiador había escapado, no quería hacerlo, pero no podía negarse. Notaba los ojos de sus compañeros sobre su nuca, juzgándole, algo le decía que sabían que él había hecho migas con el enemigo, cosa que no le hacía ninguna gracia, no estaba dispuesto a ver rodar su cabeza por el sucio suelo de aquel siniestro lugar. Comenzaba a impacientarse, mientras el mago no paraba de agitar sus manos y pronunciar conjuros, hasta que la voz de Arsen, se hizo oír en la sala como el susurro de una serpiente enferma.

-          ¿Le matasteis? – pregunto frío como un glacial.

-          Quemamos el lugar señor, pero en el no se encontraba el gladiador, sino una mujer – contesto Bastian igualando el siseo de su voz, cosa que parecía casi imposible.

-          Me pregunto cuándo haréis algo bien, voy a tener que empezar a plantearme si debería renovar mi ejercito – dijo amenazante, todos parecieron petrificarse, abandonar su ejército no era otra cosa más que una muerte segura.

-          Perdone nuestro error señor – rogó el caballero oscuro cuando fue interrumpido por Otis que quería aportar más información, como siempre, no era más que una sabandija y un soplón, no había nada que desease más que su muerte.

-          Arsen, el gladiador ha formado un curioso grupo con un hombre joven, y una mujer, son los mismos que le ayudaron a salir del coliseo de Glador y los mismos que conocimos nosotros bajo la torre de Trebus, cuando nos hirieron. Me he estado informando mi señor.

Bastian predijo sus siguientes palabras, sabía bien como se comportaba Arsen si alguien osaba a dificultar su camino. Y ellos lo habían hecho y en tres ocasiones, demasiado para aquel hombre sanguinario e impaciente.

-          Matarles – concluyó él – Bastian, tu encárgate de la joven, dejaré que te ensañes con ella todo lo que quieras, ¿o acaso no estás resentido por lo que te hizo?, te humilló Bastian. El corazón del caballero oscuro estaba al borde de la explosión sin embargo por fuera parecía tan inmutable, como si sus palabras fueran nulas para él.

-          Sí, estoy resentido por ello mi señor – mentía, no había nada que más le hubiera endulzado la vida que aquel encuentro tan poco grato y a la vez tan maravilloso. Aquel momento había cambiado su vida, al igual que le había cambiado a él.

-          Pues mátala. Si no quieres que yo te mate a ti – aquellas palabras le atravesaron como cuchillos, y por un instante casi reveló su ira, pero por suerte pudo controlarla a tiempo. Estaba contra la pared y sin saber como reaccionar, no se veía capaz de traicionar a su señor, pero tampoco sería capaz de dañar a Rena, y menos tras lo ocurrido la noche anterior. Debía de buscar una salida y rápida.

-          Como quiera señor – dijo finalmente fingiendo tranquilidad y ahogando toda la angustia que le presionaba el pecho, como si una mano estuviera atravesándole y espachurrando su corazón.

-          Bien, Otis tú te ocuparas del otro acompañante y de ese molesto gladiador – Otis asintió y la voz de Arsen desapareció, como si se evaporase como el agua.

Y Bastian quedo de pié mirando al lugar donde segundos antes la voz de Arsen había sido retransmitida, mientras intentaba buscar una solución a su nuevo problema. Matar o morir era el dilema. Y su cabeza le decía que matarla sería la solución, ya que si Rena moría sus sentimientos morirían con ella, y él podría volver a ser el que era, un hombre sanguinario sin escrúpulos, ¿pero qué pasaba si lo que la semidiosa le había revelado aquella noche en su habitación era verdad y su muerte provocaría a corto plazo tanto la de él como la de cualquier ser habitara en Teirak?

Seguía detenido, mirando a ninguna parte. Todos sus compañeros se habían ido, a excepción de uno que se le acercó por detrás posando su mano en su hombro. Era Otis, dispuesto a provocarle una vez más.

-          Espero que no te haya molestado que adjuntase algunos detalles- dijo de forma inmunda.

-          ¿por qué debía de molestarme?- preguntó sin mirarle ni siquiera a los ojos, para prevenir vomitarle, pues Otis le resultaba repulsivo.

-          No, como últimamente estas tan apegado a aquella mujer, se me ocurrió que tal vez ella te importaba – rebatió.

-          Pues te equivocaste – Aquel gusano estaba hablando más de lo que debía, provocándole más de lo que él podía soportar, si seguía así no sería capaz de ahogar sus ganas de asesinarle.

-          Que fallo, y yo pensando que te habías tirado a esa zorra –Bastian se giró sobre si de forma repentina, amarrando el cuello de Otis.

-          Hablas demasiado, y más de lo que sabes, si sigues comportándote así conmigo, te arrancaré la lengua y se la daré de comer a los cerdos– Hizo una pausa, mientras el caballero oscuro temblaba de miedo ante los ojos bravos de Bastian que se encontraban clavados en los suyos, amenazantes. Sabía que si se proponía matarle, lo haría. Seguía estrangulándole mientras el rostro de Otis se ponía rojo, le faltaba el aire, no sabía si saldría de esta y empezaba a perder el sentido, pero entonces Bastian lo liberó de la carcél que eran sus manos, viendo como el ahogado caía al suelo, esforzándose por respirar, como un pez recién devuelto al mar. – Cierra la boca Otis, valora tu vida, porque si no lo haces, yo mismo me ocuparé de arrebatártela. Y Sin esperar respuesta partió de aquel lugar. Odiándose por lo ocurrido y odiando a secas.

 

El bosque frente a ellos, se veía casi aterrador, las ramas de los árboles se enlazaban entre si, formando algo similar a una telaraña gigante, cuyo dueño era Arsen, un depredador, y ellos la presa. Aunque rezaban a los dioses por no serlo, al igual que rezaban por encontrar refugio antes de que llegara la noche en aquel insólito lugar. Donde ahora oían aves piar, y un grito similar al de un cuervo hambriento.

A Kit nunca le habían gustado las aves, a excepción de las que se llevaba a la boca y colmaban su estómago. Hay no pián pensó. Aquellos pensamientos habían traído a su memoria el recuerdo de unas perdices que Bárbara le preparaba a menudo con mucho cariño, aquella mujer era todo amor.

-          ¡BÚH!

Kit dio un rebote sobre el caballo, asustado, dejando escapar a esas perdices que le hacían la boca agua. Rena acababa de gritarle al oído.

-          ¿Te crees muy graciosa eh? – Bromeó el monje o al menos aprendiz de este oficio.

-          No me pude resistir, te veía tan distraído, pensando a saber en qué – La semidiosa tenía mucha curiosidad en los amores y desamores de Kit, sabía que iba a ser monje y que le faltaba poco,  ¿pero acaso por ser siervo de los dioses no podía amar y ser amado?

-          ¿Qué insinúas? – sabía perfectamente las intenciones de Rena la conocía bien y no quería alimentar su curiosidad, deseosa de información.

-          Insinuó, que no me creo por muy monje o aprendiz que seas, que jamás hayas querido o deseado a alguien – se acercó más a Kit golpeando el lomo de su caballo y cerrando el puño dio unos pequeños toques en su hombro – ¿Eres acaso de piedra? ¿ni sientes ni padeces?

-          Soy de carne y hueso como tú y como Dennis, y siento tanto como vosotros, claro que he deseado alguna vez en mi corta vida a alguien – Aquel comentario sobre los monjes comenzaba a irritar a Kit. Su compañera había olvidado que él era persona ante todo.

Dennis         que había permanecido callado todo este tiempo, centrado en sus pensamientos que a diferencia de los de Kit no eran nada agradables. No podía parar de pensar que en cualquier momento los caballeros oscuros podrían interceptarles, bloqueándoles el camino y dañando a sus compañeros por el sencillo echo de acompañar a un desertor del coliseo de Glador.

-          Vamos monje – dijo de forma cariñosa a su amigo mientras bajaba la velocidad de su caballo que hasta entonces iba el primero, para ponerse al ritmo de sus otros dos compañeros – mójate un poco.

-          ¡De acuerdo!, hace unos años, Barbará me presentó una aprendiz a sacerdotisa, bastante agraciada, pero tan solo me atrajo durante unos instantes, luego me resulto arrogante – Bajo sus ojos esmeraldas hacia la melena de su caballo amorronado, con los carrillos rojos por la vergüenza, odiaba que sus compañeros le tentaran para que hablara de su vida privada.

-          Y dime, ¿ahora mismo no te gusta ninguna muchacha? – preguntó de nuevo el gladiador, haciendo que el corazón del chico diese un vuelco. Rena, ella es la que me gusta, de los pies a la cabeza, por dentro y por fuera, y hasta aquello que más me enoja de ella acaba provocando mi amor, porque dicen que amar es querer todo de una persona, lo bueno y lo no tan  bueno, y así es, pensó. Pero Kit no era tonto había visto como Bastian la buscaba, la miraba e incluso la salvaba de entre las llamas, él no era rival para aquel apuesto joven de mirada penetrante y pelo turbio. O eso se repetía constantemente.

-          No – era un no rotundo, no quería más preguntas, y sus dos compañeros que ahora permanecían en silencio mirándole. Comprendieron la sequedad de la respuesta de su amigo.

Había llegado la noche y era hora de descansar, por suerte para los tres encontraron una llanura en el bosque donde podrían dormir tranquilos, lejos del camino. Era lo más seguro si no querían encontrarse con sus enemigos.

Extendieron las mantas sobre la fina hierba y ellos sobre ellas. Estaban fatigados, necesitaba cerrar los parpados y olvidarse del mundo por unas horas en las que los tres podían descansar juntos. Aunque este deseo Kit no lo cumplió.

<<Tranquilo pequeño, ya estoy aquí, no temas, el miedo es solo un obstáculo que hay que abatir, como tantos que hay en la vida, pero una vez lo venzas, todo será más fácil y el camino será llano y llevadero. Y no temas a esa tristeza que inunda tus ojos de lágrimas, es normal llorar, no importa quién te vea, el amor a veces trae dolor, y a ti desdichadamente te lo ha traído, eso es lo único que reflejan esas gotas que derraman esas dos esmeraldas , pequeño. El muchacho se limpia las lágrimas de los ojos, que le habían turbado la vista para dirigirse a su mentor Adrián.

-          ¿Mi papi siempre decía que los hombres no lloran? – Era un niño precioso con cara tierna y ojos increíblemente expresivos. Era Kit, sentado en las escaleras del templo.

-          Solo los animales no lloran, y a pesar de ello también padecen la tristeza y el dolor, ¿a caso tu eres un animal?, ¿acaso los hombres a diferencia de las mujeres somos más perro que humano? Jovencito yo no lo creo, todos lloramos alguna vez, incluido yo, ¿y sabes qué? – el pequeño Kit negó con la cabeza agitando su pelo castaño – Me siento orgulloso.

-          ¿Entonces mi papa era un animal? , jamás le oí llorar.

-          Tú dices que jamás le oíste llorar, pero tampoco jamás le oíste aullar, ¿no? – el niño negó de nuevo con la cabeza no parecía entender nada de lo que Adrian le planteaba – entonces uno de los dos se equivoca- dijo dando un toque con su dedo índice sobre la pequeña nariz del muchacho – Tu padre lloraba en silencio, pues si tu nunca le oíste aullar, y aullar en afonía es imposible, tu padre no era un perro, ni ningún tipo de animal, sino una magnifica persona. El niño pareció complacido con su explicación y dedicó al monje una diminuta sonrisa que a pesar de su pequeñez llenó el corazón de aquel hombre, que tampoco era perro ni animal.  Entonces Adrian arropó la mano del pequeño con la suya, incorporándole, y juntos entraron en su nuevo hogar.>>

El joven de ojos esmeraldas se levantó aquella mañana con los ojos repletos de lágrimas provocadas por un recuerdo que creía ya olvidado. Este en concreto era la evocación de uno de los consejos que Adrian le había regalado. Un bonito regalo pensó. Sus compañeros no percibieron sus lágrimas y sin más dilación partieron de nuevo hacía Irsinia.

Pasaban las horas muertas, charlando de todo aquello que se les pasaba por la cabeza, rememorando momentos juntos, de la infancia, de la familia, y de todo aquello que se les ocurría. Y mientras hablaban de sus intimidades tejían un vinculo especial entre los tres que no pasaba desapercibido, eran amigos de verdad, así lo sentían y nunca antes habían estado tan felices, como ahora mismo lo eran trotando bajo las hojas de aquella telaraña similar a un bosque.

 

 

Los ojos gélidos del caballero negro examinaban el comino que iban a recorrer. Iban en busca de Rena, sabía que ese era su deber y eso es lo que haría, una vez allí las cosas serían más complejas, pues tendría que decidir entre obedecer a su señor, Arsen, o dejarse llevar por ese sentimiento que le inundaba y le decía, que aquella mujer era su salvación y la única que le podría otorgar la felicidad que tantas veces anhelaba. Esa lucha interna le estaba matando poco a poco desde que Arsen le dio la orden de asesinar a Rena. Otis sin embargo, no tendría problema en cumplir las órdenes de su amo, pero tras la insuficiencia respiratoria que le había provocado el día anterior no creía que hubiese podido adelantar camino. Los árboles del bosque, cuyas ramas se abrazaban en las copas, le parecían sencillamente hermosos y el gentil chillar de los cuervos música para sus oídos. Estaba deseando ver como descendía el sol para apreciar aquel lugar entre las tinieblas, pero antes de esto, quería encontrar a Rena. Atizó con furia su caballo y Salió disparado por el camino, como alma que lleva el diablo o caballo cabalgado por este, no tardaría mucho en alcanzarles.

 

Pasaron las horas y llegó la obscuridad, pero no absoluta, pues aquella noche la luna era llena y estaba más cerca que nunca, parecía una luciérnaga gigante iluminando aquella tierra de tenebrosidad. Kit estaba derrotado, tenía mucho sueño. La noche anterior no había sido precisamente una de las mejores que había tenido y lo único que deseaba en la presente era descansar entre las hierbas del bosque, pero sin sueños, ni pesadillas que le tuviesen en vilo. Y estaba a punto de cumplir su deseo pues Rena y Denis estaban extendiendo las mantas tal y como habían hecho la noche anterior.

-           Es la primera vez que veo la luna tan enorme – Dijo Rena mientras se tumbaba en la manta y miraba el cielo estrellado, era increíble la luz que había aquella noche, podía apreciar todo lo que había a su alrededor  perfectamente.

-          Esto no es precisamente lo mejor para nosotros, nos hace visibles ante el enemigo – explicó Denis que no parecía apreciar la belleza de la luna.

Ambos miraron a Kit, su compañero se había quedado dormido nada más llegar y ahora descansaba hecho un ovillo, posiblemente tuviese frío.  Denis tardo poco más en dormirse y tras él, la semidiosa. 

Rena se despertó de madrugada, el sol acaba de salir, y sus compañeros aun descansaban, esta era su oportunidad, llevaba días  deseando poder bañarse, se sentía sucia. Aquel bosque estaba repleto de lagunas, no le sería difícil encontrar una donde poder meterse, y así fue, tras andar apenas unos minutos vio a lo lejos una de aguas cristalinas, corrió hacía ella desnudándose y se zambullo de golpe. Buceo y nado en el agua, disfrutando de ella tanto como podía, pero entonces algo la arrebató su tranquilidad, se sentía observada, y no le costó demasiado averiguar dónde se encontraba el mirón, pues este no estaba escondido.

Bastian la miraba impasible y a la vez curioso, apoyado en un árbol. Ella le sonrió, pero para su sorpresa, él no le devolvió la sonrisa, parecía tenso y mantenía una mano escondida tras la espalda. Pero Rena fingió no haberlo advertido.

-          Que pasa, ¿nunca has visto una mujer desnuda?

Bastian no respondió, y comenzó a acercarse a ella con el mismo sigilo que un felino a punto de cazar a una pequeña ave, pero ella no era un pájaro precisamente. Entonces la semidiosa vio aquello que escondía tras su espalda, era un cuchillo, cuya punta asomaba a través de la túnica negra del caballero. Al averiguar, que era lo que pretendía, notó como la adrenalina brotaba por su cuerpo, pero rápido supo como calmarse y como salir del aprieto, sin tener que utilizar ninguna arma, puesto que no las tenía a mano. Antes de que su enemigo y amigo a ratos llegase a la horilla, ella comenzó a salir del agua por esta, ahora si dejando que el joven viese su cuerpo en todo su esplendor, no sabía como la saldría la jugada, pero era su única oportunidad, Bastian parecía decidido a hacerla daño, seguramente por culpa de su feje, al cual era realmente leal.

Bastian la miró de arriba abajo sorprendido, no comprendía cual era su intención. ¿A caso era ponerle nervioso? Porque si era así, lo estaba consiguiendo. Jamás una víctima se había acercado a él al oler el peligro, aunque Rena no tenía cara de víctima. Tal vez sus papeles se hubiesen intercambiado aquella madrugada. Ella continuaba acercándose, y así hasta ponerse a su altura, con los rostros tan cerca que las puntas de ambas narices casi podían rozarse. Y sin decir nada Rena le beso, suavemente,  mientras rezaba a los Dioses porque él no utilizase el arma que ya no escondía.

Bastian comenzaba a relajarse, la tensión desaparecía poco a poco mientras Rena le besaba, perdiendo la cabeza por ella y tal vez también la vida, pues acababa de soltar el cuchillo dejando que este cállese al suelo, y finalmente desobedeciendo a su amo, mientras que ahora, aprovechaba que tenía las manos libres para cogerla por la cintura y acercarla con delicadeza a él, de una manera puramente protectora. Nunca la había visto tan frágil, tenía la piel suave como el terciopelo y era tan blanca que parecía que cualquier rayo de sol pudiese dañarla. Continuaban besándose, cada vez más intensamente, mientras Rena se sorprendía de los cariños que recibía de Bastian, que la acariciaba la espalda con las yemas de los dedos, y  luego bajaba más allá de la cintura, explorando su cuerpo. Ahora era ella quién quería explorar el suyo, olvidando cual era la intención que tuvo este al llegar, pues sabía que no era él, sino tan solo una marioneta dirigida por Arsen, pero ella estaba allí para evitar que aquel cuerpo volviese a ser esclavo de nadie, quería que Bastian se uniera a su causa y abandonase a aquel hombre que le pudría el alma.

Comenzó a desvestirle, desprendiéndole de su túnica negra, y con ella de su deber como caballero oscuro, dejando al descubierto la preciosa persona que se escondía bajo ella. Luego continuó con la camisa blanca, mientras él la observaba confuso, parecía un niño atemorizado y nervioso, nunca podría haberse imaginado a Bastian así. Parecía primerizo.

-¿Qué pasa?- preguntó ella sin entender lo que se le pasaba por la cabeza a aquel glacial que hasta ahora él había sido. Bastian la miraba fijamente y ella pudo apreciar como la escarcha de sus ojos había desaparecido, entonces lo entendió, el glacial se había derretido, tenía a Bastian frente a ella en todo su esplendor, sin hilos que le manejasen, ni lealtades, ni deberes que le complicasen la vida, y esa liberación, la había logrado ella.

- Tengo miedo.

- ¿Miedo a qué?, ¿a caso nunca lo has hecho con nadie?

- Claro que lo he hecho, pero ahora todo es diferente – parecía costarle pronunciar esas palabras y había apoyado su frente en la suya mientras miraba al suelo.

- ¿El qué es diferente Bastian? , por los Dioses, explícate – cubrió ambos lados de su rostro con las manos, para elevarle la cabeza, quería que la mirase a los ojos.

- Tú eres diferente, no quiero hacerte daño Rena, soy dañino, tóxico, perjudicial, nocivo para todo aquel que está a mi lado, no hago bien a nadie, ¿cómo tengo que explicártelo, para que entiendas que lo mejor que puedes hacer es alejarte de mí? – hizo una pausa mientras la miraba con los ojos ligeramente humedecidos – Había venido con la intención de matarte, no merezco nada Rena, ni siquiera la vida.

- Te equivocas – contradijo esta acariciándole la cara, estaban tan cerca que notaba su respiración en su boca – no eres nocivo Bastian, nocivas son las personas que te rodean, son ellas las que te hacen hacer cosas malas, no es tu culpa haber nacido en un lugar como este – Él volvió a apartar la mirada, pero esta vez hacía un lado, pero ella volvió a rotar de nuevo su rostro hacía ella – Escúchame  bien, tú no tienes la culpa de nada.

Rena reanudo de nuevo su beso, mordiendo los finos labios de Bastian y acariciando su pelo rubio platino, como  siempre, desordenado. Por su parte él dejó las dudas a un lado, y la abrazó con fuerza, mientras continuaba respondiendo a los labios de Rena que le marcaban el ritmo. No quería sobrepasarse con ella, dejaría que le indicase que podía o no podía hacer. le importaba demasiado aquella mujer, como para asustarla con prisas. Aunque no parecía exactamente asustada, si no confiada y tranquila. Acaba de apartarle ligeramente de ella y ahora continuaba desabrochándole la camisa, dejando a la visto su torso tonificado por las batallas que llevaba a sus espaldas, y una vez la desabrochó entera la dejó caer al suelo, acunada por la brisa de aquella madrugada. Siguieron besándose,  ahora de manera más intensa mientras ella intentaba deshacerse de los pantalones de Bastian, sin éxito, por lo que él la ayudo, y una vez ambos quedaron desnudos, se examinaron con curiosidad.

Rena le observaba de arriba abajo tal y como él había hecho al principio, tenía los oblicuos marcados, la piel ligeramente dorada, y las piernas musculadas, aunque no en exceso, era hermoso, y no tenía intención de desaprovecharlo. Salto encima de él abrazándole con las piernas y mordiéndole suavemente la oreja.

Bastian sentía el calor de Rena muy cerca, jugueteaba con su oreja mientras él se derretía por dentro, estaba enamorado de ella. Se dirigió con paso tranquilo hacía la laguna de la cual había salido la semidiosa, y una vez se hallaron allí, dieron rienda suelta a su amor. Mientras la temperatura del agua subía tras cada movimiento.

 

Bastian se encontraba sentado en el césped que rodeaba la laguna, apoyado en el mismo árbol en el que se había apoyado al llegar, pero esta vez desnudo, con las piernas abiertas y entre ellas, de espaldas Rena, que apoyaba su cabeza en su pecho. Estaban cubiertos por la túnica del caballero oscuro, que ahora le besaba el cogote con cariño. Nunca había sentido ni siquiera algo similar a lo que Rena le había hecho sentir, había sentido que levitaba tras cada caricia, había olvidado por completo todos sus tormentos y así seguía siendo ahora. Rena era su cura para el alma.

-          Nunca había sentido nada así Bastian, parecemos estar hechos uno para el otro – dijo la semidiosa mientras respiraba hondo.

-          Ni yo, me haces increíblemente feliz Rena, no te merezco – concluyó el mientras la espachurraba contra su cuerpo y acariciaba su oreja con el filo de su nariz

-          No digas tonterías – dijo ella mientras respondía a sus mimos con un beso – Quiero que vengas conmigo, abandona a Arsen por favor- Bastian ante esta petición pareció palidecer.

-          Sabes que no puedo, no se vivir si no estoy en la orden de caballería, dame tiempo Rena, necesito asimilar demasiadas cosas, no estoy habituado a los cambios, y desde que tú llegaste mi mundo esta patas arriba – hizo una pausa mientras echaba la cabeza hacia atrás – por favor, te lo ruego, dame tiempo.

-          De acuerdo, de momento me conformaré con tenerte ahora aquí.

-          Gracias, será mejor que nos vistamos, ya debe de ser tarde, ¿no querrás que tus compañeros noten tu ausencia al igual que la noto yo, no? – preguntó mientras se levantaba apartándola ligeramente y comenzando a vestirse con una sonrisa de oreja a oreja.

 

Otis observaba risueño detrás de un árbol como ambos se vestían después de su tórrido encuentro, no podía creer lo que había visto, después de esto podría ver rodar la cabeza de su compañero por el suelo, degollado por Arsen y él podría quedarse con su puesto, dirigiendo el ejército oscuro desde dentro. Estaba deseando contar todo lo que había visto a su señor y poder cumplir su deseo. Estaba ansioso y por ello, rápido y sin apenas sigilo se comenzó a alejar de la laguna, cuando una pequeña rama traiciono su silencio. Tembló de terror al pensar que Bastian podría haberle descubierto y con cuidado giro la cabeza y miro allí donde él estaba, encontrándose con los ojos depredadores del caballero, que estaban inyectados en sangre por la ira. La chica también le miraba, pero sin comprender bien porque estaba allí.

-          Me tengo que ir – dijo Bastian mientras que se colocaba la túnica furioso, incluso temblaba de rabia. Otis le había estado espiando, y no le fue difícil suponer que llevaba ahí desde el principio. Había oído sus pensamientos más íntimos y admirado el cuerpo que él pensaba que protegía. Ahora la vida de ambos estaba en juego. Se agachó a por el cuchillo que horas antes había dejado caer y corrió tras su presa. Mientras Rena se quedaba sola en la laguna sin entender que pasaba.

Otis corría veloz por el bosque, intentando no tropezar, pues esa sería su perdición, Bastian le pisaba los talones y su corazón se le iba a salir del pecho, ahora lo único que quería era salvarse el pellejo. Corrió durante minutos por el bosque, hasta que la raíz de un árbol le hizo tropezar y caer al suelo, ahora era presa fácil, y su compañero no tardo apenas unos segundos en alcanzarle y abalanzarse encima suya. Hoy la suerte no estaba de su parte.

-          ¿QUÉ COÑO HACÍAS AHÍ? – le gritó, tenía las venas del cuello enormes  y apretaba con fuerza los dientes forzando la mandíbula, quería matarle.

-          Te equivocas Bastian, os encontré de casualidad a duras penas llevaba unos segundos allí, en cuanto vi que eras tú intente alejarme, lo juro por mi madre – mintió atemorizado.

-          No jures por tu madre sabandija, SÉ QUE ESTAS MINTIENDO – dijo mientras le agarraba con fuerza de los extremos de la camisa y le zarandeaba.

-          NO MIENTO, POR FAVOR BASTIAN, TEN PIEDAD – le suplicó él con los ojos llenos de lágrimas.

-          Ten un poco de dignidad, y deja de arrastrarte como una sabandija, si has tenido el valor de espiarme ahora ten el valor de no mentirme.

-          De acuerdo, lo vi todo, lo vi todo – admitió entre lágrimas – arráncame los ojos si hace falta, pero por favor no me quites la vida.

-          Se lo que pretendes hacer, y no me vale con tus ojos – concluyo Bastian con odio mientras sacaba el cuchillo que había guardado minutos antes durante la persecución y se lo clavaba en el estómago. La sangre comenzó a brotar, ensuciando también sus ropas y sus manos, mientras se incorporaba del cuerpo sin vida de Otis. Y partía arrastrándolo a algún lugar donde nadie pudiese encontrarlo.

 

Rena terminó de vestirse entristecida, Bastian la había dejado sola y confundida después de todo lo que habían compartido, y no entendía bien porque, después de a ver visto a aquel hombre, el caballero oscuro se había enfurecido terriblemente, prefería no imaginar que sería ahora de él. Recogió sus pertenencias y se dirigió al lugar donde había dejado a sus compañeros, que ahora estaban despiertos, listos para partir y muy preguntones.

-          Vamos tardona, te estábamos esperando – dijo Denis subiéndose a su caballo mientras sus dos compañeros le imitaban y partían tras él - ¿Qué estabas haciendo?

-          He ido a darme un Baño – contesto ella, sin mirarle a los ojos.

-          ¿Y tanto tardas en darte un baño? – bromeó el gladiador, mientras  Kit intentaba averiguaba porque su compañero insistía tanto en el tema.

-          Bastian vino a verme – confesó la semidiosa con cierta vergüenza mientras el gladiador se echaba a reír.

-           lo suponía, no hay que ser muy listo para darse cuenta que ese chico volvería para verte en cualquier momento – todo esto no le hacía demasiada gracia a Kit, el cual cerraba los puños con fuerza, envidiaba a Bastian.

-          Me he acostado con él.

-          ¿QUÉ? – exclamó Kit, rojo como un tomate por el cabreo.

-          Que me he acostado con él – Repitió, Dennis por su parte rió de nuevo.

-          No me lo puedo creer, ahí estamos Rena,  ¡tienes al enemigo comiendo de tu mano! – la alagó este.

-          O yo comiendo de la mano del enemigo – rió irónica – no sé qué pensar.

-          Pues yo si que no puedo creerlo – interrumpió el aprendiz a monje - ¿haces migas con un caballero oscuro? Muy bien Rena, muy inteligente por tu parte – Estaba muy enfadado, no podía ni imaginar a la semidiosa en brazos de aquel hombre.

-          Creo que me gusta, ya no puedo hacer nada – contestó ella ante el ataque, y estas palabras no pudieron destrozar más el corazón de Kit que ahora se encontraba hecho pedazos.

-          Te creía más inteligente – concluyó él, posando sus ojos esmeraldas en el horizonte.

-          Es un buen chico, no es como imaginas.

-          Déjala Kit, ella sabe lo que hace – le riñó el gladiador.

-          Si supiese lo que hace los Dioses no me hubieran mandado a mí para supervisarla – gruñó.

-          No me gruñas Kit, no me merezco tus críticas, no entiendo que te pasa, creí que podría contarte cualquier cosa sin ser juzgada – entonces el aprendiz a monje quedó en silencio, mientras el viento acariciaba su pelo castaño y secaba las lágrimas de sus ojos, haciendo que nadie le viese llorar. Lo hago porque te quiero, pensó, pero fue incapaz de pronunciarlo y se quedo en silencio, sin saber que decir.

Pasaron las horas, llegando por fin a Irsinia. Era un pueblo precioso y enorme, rodeado por una muralla de piedra grisácea, que mantenía seguro a cualquiera que viviese allí, la puerta era un arco de piedra. Los alrededores estaban llenos de cultivos de maíz y campesinos cultivando, parecía un lugar bonito donde poder asentarse unas noches antes de partir hacia su último destino, el castillo de Arsen. Ahora debían buscar un lugar donde dormir y comer aquellos días.

Por dentro Irsinia estaba llena de casas del mismo material que el muro y con ventanas y puertas de madera, tenía una plaza  con una enorme fuente y alrededor un mercadillo repleto de comerciantes que ocupaba todas las diminutas calles de aquel lugar, había muchísimos callejones y cuestas de piedras que subir y sus habitantes tenían mejor aspecto que los del anterior pueblo, parecían de una clase más alta.

A lo lejos Kit apreció un puesto que le resultó muy familiar, de tela morada, aterciopelada y en cuya puerta ponía Agatha.  Entrecerró sus ojos intentando apreciar  el aura de su amiga, que se presentó de nuevo luminosa y cálida dentro de aquel puesto, y no pudo evitar acercarse a saludar a la mujer que le había desvelado el poder que poseía. Abrió la puerta sin más, sobresaltando a la anciana que se encontraba sentada en una silla, sus ojos profundos y sabios se posaron sobre él y no tardó demasiado en recordarle.

-          Valla, valla, jovencito, ¿cómo tú por aquí? ¿Acaso me estas acosando? Ya sabía que era una mujer madura y seductora, pero tampoco creo que sea para tanto – bromeó la anciana mientras se hacía un moño con su pelo blanco.

-          Dudo que sea ese el caso, pasaba por aquí y al reconocer tu puesto no pude evitar pasar a saludar – le contestó Kit con una tierna sonrisa, de esas que siempre iluminaban su rostro.

-          Y dime joven mago, ¿has hecho uso de mis sabios consejos? – preguntó la anciana mientras limpiaba con un trapo rosa su bola de cristal, y colocaba sus cartas sobre la mesa.

-          Joven M O N J E – corrigió él – Algo si he practicado, en el poco tiempo libre que tengo.

-          Joven M A G O – repitió ella – cuanto antes lo aceptes mejor te irá, no puedes ir por la vida fingiendo ser algo que no eres, por mucho que vistas al cerdo de gala, cerdo es – comentó Agatha risueña, la encantaba molestar a aquel chiquillo.

-          No me compares con un cerdo – gruñó Kit, sabía que no había nacido para ser monje, pero tampoco creía haber nacido para ser mago, aunque su poder si le gustase, algo contradictorio. El aprendiz a monje estaba distraído en estos pensamientos cuando la adivina cogió uno de sus paquetes de cartas y se lo arrojó contra la cabeza, haciendo que este diese un traspié y cállese de culo al suelo.

-          Valla, pues si que has practicado poco, si te hubieses esforzado más hubieses creado una barrera de energía antes de que ese taco de cartas te golpease el cogote – dijo esta sin poder dejar de reír y toser por el esfuerzo.

-          ¡No estaba preparado! – exclamó Kit – exijo otra oportunidad – Antes de que finalizase esta frase Agatha ya estaba lanzando otro paquete contra su cabeza golpeándole de nuevo y rompiendo a reír. Aquella anciana era maléfica.

-          Me voy – dijo el joven mientras abría las cortinas de la tienda enfurecido,mientras sus dos amigos le esperaban fuera.

-          Perdón, perdón, esta vez lo haré bien – dijo ella dejando de sonreír mientras cogía otro taco de cartas- ¿preparado?

-          Como nunca – Agatha lanzó el taco mientras Kit concentraba la energía de su aura y la expulsaba de su  ser en forma de barrera. Las cartas colisionaron contra esta y collerón en silencio. Un silencio que la anciana rompió con un aplauso.

-          ¡Bravo! – exclamó - me tienes impresionada jovencito, aunque necesitas más práctica, era una barrera fina, no hubiese aguantado algo pesado – entonces Kit recordó como el rudo puño de Dennis la había atravesado anteriormente la barrera.

-          Intentaré esforzarme más.

-          No lo intentarás, lo harás – corrigió ella – eres todo un reto para mí, quiero enseñarte Kit, quiero que salgas de Irsinia siendo el mago que deberías ser.

-          ¿Me ayudarías a ser fuerte? – preguntó el aprendiz curioso, enarcando una ceja. Tenía la esperanza de que si se volvía poderoso, pasaría a ser atractivo ante los ojos de Rena.

-          Muy poderoso, y solo necesito unos días, alójaos en mi casa, tú y tus amigos.

-          La verdad es que buscábamos un lugar donde descansar en Irsinia, nos harías un favor enorme – contestó el joven agradecido por todo el empeño que aquella mujer ponía en él, comenzaba a cogerla cariño.

-          Pues no se hable más – dijo mientras se levantaba torpemente de su asiento y abría las cortinas bruscamente. Aquel joven despertaba su curiosidad, y deseaba ver hasta dónde podía llegar su poder.

Juntos se acercaron a la fuente donde se encontraban sentados Dennis y Rena, que esperaban a su compañero para ir en la busca de un lugar donde dormir, un lugar que Kit ya había encontrado.

-          ¡Levantaos jovencitos! Ya tenéis un lugar donde descansar– ambos parecieron extrañados ante las palabras de aquella anciana.

-          ¿Y se puede saber dónde? – Preguntó Dennis.

-          Mi casa, Kit y yo hemos hecho un trato, el deja que yo le enseñe a controlar su poder y yo os dejo descansar en ella – explicó Agatha – Ahora vamos, debéis de estar agotados tras vuestro largo viaje.

La anciana comenzó a alejarse por una de las calles dejando su tienda sola, mientras los tres jóvenes la seguían impacientes por dormir en aquellas camas que Agatha les prometía, había sido una verdadera suerte encontrarse con ella.

4 comentarios:

  1. Hola Abie, hace poco vi tu comentario en mi blog " el surgir de las nuevas creaciones", la verdad te hago una sugerencia y es que mejores la apariencia de tu blog, puesto que no me deja ver los capítulos anteriores y es un poco difícil de entender,así que lo que pude leer no entendí nada y pues.. no me pareció tan llamativo, con toda las disculpas te digo que deberías mejorarla un poco, agregándole mas misterios algo un poco mas llamativo ya que narras excelente y tu ortografía es bastante buena, espero que sigas escribiendo y mejores tus escritos y cuando estos ya estén mejorados me los mandes a mi correo para poder publicarlo en mi blog.

    SALUDOS Y ADELANTE!

    ResponderEliminar
  2. Hola Paula, para comprender la historia has de empezar por el capitulo 1. Miraré a ver si puedo hacer algo para simplificar el diseño del blog, para aquellos que no sepan utilizarlo. UN BESAZO!

    ResponderEliminar
  3. Pues aquí seguimos Abie, cada vez más interesante tu historia. Vaya la suerte de Otis, digna de él. Y Bastian y Rena si que se han dado un buen baño no? Ojalá Kit sepa sacar algo positivo de su tristeza, que la vierta a su favor. Me encanta de Rena esa capacidad que tiene de pasar de diosa a mujer, de mujer a muchacha confundida y luego a guerrera. Es un mar de pasiones ella sola. Te sigo leyendo Abie, tus personajes en cada capítulo van cambiando y compenetrándose unos con otros. Ya Kit aprenderá cual es su lugar y aprenderá a soltar... y a recibir. Un abrazo grande!!!

    ResponderEliminar
  4. Desde luego! Rena es un todo en uno.
    Van cambiando según cambian las situaciones que viven, espero que te guste como van forjándose sus personalidades a lo largo de la historia. Un abrazo Pierre!!

    ResponderEliminar

Con cada comentario, me ayudaís a mejorar.